Entrevista a dos expertos en relaciones internacionales, a cada lado de Río Grande, sobre el próximo viaje del presidente estadounidense, Barack Obama, a Brasil, Chile y El Salvador. El especialista argentino Roberto Russell y Sebastián Royo, profesor en la Universidad de Suffolk en Boston, dan las claves de la actual relación entre EE UU y América Latina y el posible futuro de la región.
Foreign Policy: Cuando Obama llegó a la Casa Blanca muchos pensaron que América Latina recuperaría el lugar perdido en la agenda de la política exterior estadounidense. ¿Qué ha cambiado en las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur en los dos últimos años?
Sebastián Royo: Desafortunadamente poco ha cambiado en la relación entre América Latina y EEUU. La política de Washington hacia la región sigue marcada por ostentosas y vacuas homilías como el interés en “promover las oportunidades sociales y económicas para todos” que no se ven acompañadas ni de recursos, ni de acciones para hacerlas realidad. El país sigue semiparalizado por las guerras de Irak y Afganistán, y continúa ignorando, en gran medida, sus intereses estratégicos en la zona.
EEUU sigue considerándola como su patio trasero y le presta bastante poca atención. Con la excepción de la inmigración ilegal y la lucha contra el narcotráfico, hay pocas prioridades en la agenda con estos países. La relación con unos de sus aliados más estrechos en la zona, Colombia, se ha visto deteriorada por el retraso en la aprobación del tratado bilateral de libre comercio entre ambos países, que sigue estancado en el Congreso estadounidense. El anterior presidente brasileño, Luiz Inácio Lula de Silva, era contemplado con admiración e inquietud, y sus relaciones con Irán fueron fuentes de tensión con la Casa Blanca. Todavía es pronto para evaluar cómo cambiará la relación con Dilma Rouseff, pero al ser ella más pragmática, es posible que haya más puntos de encuentro en temas como presentar un frente común contra la apreciación de la moneda china.
Roberto Russell: Quienes así pensaron sin duda se equivocaron. En el caso de Barack Obama las expectativas de cambios en la política hacia la región se acrecentaron más que otras veces por tratarse del primer presidente afroamericano, por ser un intelectual, por su orientación centrista y pragmática y por la visión crítica, entonces dominante, sobre lo hecho en materia de relaciones internacionales por su antecesor, no solo hacia América Latina sino en general. Sin embargo, una vez más la expectativas se han frustrado.
El interesante y prometedor discurso de Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, resultó tener poco o nada de sustancia. Un patrón bien conocido volvió a darse: prioridades externas y condicionamientos internos –acentuados en este período por la carga de la crisis financiera doméstica- que alejaron a los vecinos del sur del radar del presidente y del Departamento de Estado. Además nada grave pasó en la región que le pudiera quitar el sueño a la Casa Blanca.
Aunque se ha producido un cambio de estilo, en lo fundamental, la posición de Estados Unidos ha conservado su tono paternalista y mostrado una escasa comprensión de los cambios que se han producido en gran parte de los Estados latinoamericanos y de su nueva inserción en el mundo. Pese a ello, me parece que algo puede estar cambiando en la percepción del Gobierno de Obama sobre el modo en que debe vincularse con estos países. Lo que digo no tiene nada que ver con el viejo cliché de la prioridad o no de la región para Washington, tampoco con renovadas expectativas de cambios necesarios.
Me parece que hay una visión muy clara de dos cosas. Primero, el reconocimiento de la relevancia creciente del vínculo con muchos países de la zona, ya que buena parte de América Latina y lo que ella tiene o en ella sucede, bueno y malo, influye cada vez en la vida cotidiana de millones de estadounidenses. Segundo, la sensación de que EE UU no puede seguir distraído frente a su vecino que muestra una mayor autonomía en el manejo de las relaciones exteriores y despierta un fuerte interés de otros actores extra hemisféricos. Además, esto ocurre en un contexto en el que la importancia relativa de la Administración Obama para algunos Estados de América del Sur será irremediablemente menor.
Yo creo que esta es la lectura que hace la Casa Blanca de las relaciones interamericanas y de su futuro, y lo que marca los hitos del próximo viaje. El capital político del presidente no está intacto pero sigue siendo significativo. Si Washington hace bien las cosas hallará oídos abiertos en la mayor parte de América Latina para conversar sobre formas de “cooperación más productiva”. Yo agregaría, desde el Sur, formas “menos asimétricas” de cooperación.
Foreign Policy: En su próximo viaje Obama ha elegido Brasil, Chile y El Salvador. ¿Qué lectura hacen de esta selección?
Sebastián Royo: La inclusión de Chile y Brasil parece clara por la importancia económica y política de estos países en la zona. EEUU quiere consolidar su relación con ambos y hacer que se conviertan en referentes para la región. El caso de El Salvador es interesante al haber, por vez primera desde la transición democrática, un Gobierno de izquierdas en el país. Esta decisión esta motivada por el deseo de apoyar a un Estado moderado en un lugar donde se esta produciendo un giro hacia la izquierda.
Al mismo tiempo, lo más destacado es la ausencia de Colombia (ya que el otro país no incluido en la agenda es México, y es porque el presidente mexicano acaba de estar en EEUU hace unos días) y la razón parece clara: sería humillante para el mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, recibir a Obama en Bogotá sin haber firmado el acuerdo de libre comercio. Además la Administración estadounidense acaba de reducir 350 millones de dólares (unos 250 millones de euros) la ayuda al país. Además, tras las estrechas relaciones con el dirigente anterior, Álvaro Uribe, hay un poco de fatiga de Bogotá hacia Washington (uno de los cables publicados por Wikileaks describía al palacio presidencial colombiano como "una rama de la embajada de EEUU"). Santos esta siendo mucho más independiente e incluso ha reconstruido su relación con Hugo Chávez.
Roberto Russell: La selección es una consecuencia natural de lo que ya he explicado. Simplificando las cosas diría que ha elegido Brasil por lo que es como país y por lo que promete como poder regional ascendente con proyección global; Chile por ser un modelo que Washington desea que sea imitado y El Salvador por ser visto como una pieza fundamental de las políticas que se presentarán para América Central, ligadas a la lucha contra la pobreza, el crimen organizado y el narcotráfico.
La relación con Brasil, como es bien sabido, no se ha dado ni se dará en un lecho de rosas. Hay un elemento objetivo que hace que las cosas sean de este modo: la pérdida de poder relativo de Estados Unidos en América de Sur y el ascenso progresivo de Brasil en esa subregión. Esta transición de poder de larga duración hace que el vínculo involucre a un tiempo aspectos conflictivos y cooperativos. La visita de Obama a Brasil, que acaba de cambiar de Gobierno, procura acentuar y renovar la cooperación bilateral en una amplia gama de temas, en especial, en materia de ciencia y tecnología, energía, comercio bilateral y defensa del medio ambiente. Es probable que también incluya el establecimiento de formas de consulta bilateral más amplias y permanentes orientadas a entender mejor la posición del otro, aumentar el conocimiento mutuo y evitar fallas de percepción. Un punto clave a considerar a la hora de pensar el futuro de esta relación es que Brasil seguirá diferenciándose de EE UU en numerosos asuntos, tanto regionales como globales, pero también se le acercara, dado que necesita el respaldo de Washington a sus aspiraciones de jugar un papel más activo en la política y economía internacionales. Brasil será el lugar elegido por Obama para referirse a los alineamientos de su política exterior hacia América Latina, pensando en un horizonte a largo plazo, del mismo estilo de los que pronunció en Berlín y El Cairo con el objeto de renovar los vínculos de Estados Unidos con Europa y las naciones árabes, respectivamente.
La parada en Chile tiene otro carácter, es el reconocimiento a una país que desde la óptica de la Casa Blanca es un ejemplo para la región en términos políticos, económicos y sociales. La otra cara de las experiencias populistas que se dan en algunos países. Por otra parte, la opción de El Salvador es fácil de entender. Se trata de un país amigo, que se ha mostrado como un aliado de Washington en temas importantes, que vive un proceso democrático interesante desde la firma de los Acuerdos de Paz de 1992 y que tiene una comunidad grande de nacionales viviendo en suelo estadounidense. Es el lugar cantado para lanzar una iniciativa de alcance centroamericano destinada a luchar contra la pobreza y, especialmente, contra el crimen organizado. Este será el foco de la visita.
Foreign Policy: Al tiempo que Estados Unidos parecía perder el interés por la región y la Unión Europea mantenía sus distancias, el papel de China ha ido creciendo sin freno. ¿Se va a transformar el Pacífico en el eje económico y político más importante de América Latina?
Sebastián Royo: Sin duda. En EEUU todavía no se está percibiendo la influencia y el nivel de penetración de China en la región y hasta ahora se está haciendo poco para contrarrestarla.
El gigante asiático se ha convertido en un aliado comercial clave para los países de América Latina y, en muchos casos, ya es el primer importador. La demanda de alimentos y materias primas por parte de China está teniendo un efecto importante en estos países que están sustituyendo la producción para aprovechar la gran demanda de Pekín. En lugares como Argentina, el desarrollo de soja se ha convertido en una de las principales exportaciones del país y esta sustituyendo a otros granos más tradicionales.
Esta es la primera crisis global en la que el precio de las materias primas no ha caído y la razón fundamental ha sido la demanda china. Esto ha beneficiado mucho a los países de la región que están creciendo a un ritmo espectacular.
Este poderío económico se está empezando a traducir en influencia política. Hay delegaciones chinas viajando por la zona casi todas las semanas. Pekín acaba de proponer a Colombia la construcción de un sistema ferroviario que costaría 7.600 millones de dólares para cruzar el país y competir con el canal de Panamá, y el presidente Santos esta negociando con un consorcio de inversores chinos y europeos la construcción de una ciudad, diseñada por el arquitecto Ricardo Bofill, para albergar a 250.000 habitantes al sur de Cartagena, que incluiría un parque industrial para producir bienes y exportarlos entre los Estados vecinos.
Los países de la región se encuentran en una posición estratégica de mucha mayor fortaleza en sus relaciones con EEUU al ser menos dependientes del vecino del norte y tener otras alternativas comerciales. El viaje de Obama hay que interpretarlo también desde esa clave.
Roberto Russell: En efecto, EE UU ha estado bastante alejado de la región y la visita tiene algo de recuperación de territorio y tiempo perdidos. Aunque, nada será como era antes. Hay actores extrarregionales que hoy tienen más peso y presencia en América Latina y, como dije, muchos países de la zona se muestran más autónomos y desarrollan vínculos de todo tipo con el resto del mundo. El juego ha cambiado y todos han de acomodarse a esta nueva situación, incluido, por supuesto, Washington. El Pacífico es cada vez más importante, especialmente en materia económica, pero no del mismo modo para toda la región. Lo será para la mayoría de los países de América del Sur, como para Argentina, Brasil, Chile y Perú. Sin embargo, la Casa Blanca seguirá siendo por mucho tiempo el eje económico y político de mayor significado para México, América Central y el Caribe.
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Foreign Policy: Cuando Obama llegó a la Casa Blanca muchos pensaron que América Latina recuperaría el lugar perdido en la agenda de la política exterior estadounidense. ¿Qué ha cambiado en las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur en los dos últimos años?
Sebastián Royo: Desafortunadamente poco ha cambiado en la relación entre América Latina y EEUU. La política de Washington hacia la región sigue marcada por ostentosas y vacuas homilías como el interés en “promover las oportunidades sociales y económicas para todos” que no se ven acompañadas ni de recursos, ni de acciones para hacerlas realidad. El país sigue semiparalizado por las guerras de Irak y Afganistán, y continúa ignorando, en gran medida, sus intereses estratégicos en la zona.
EEUU sigue considerándola como su patio trasero y le presta bastante poca atención. Con la excepción de la inmigración ilegal y la lucha contra el narcotráfico, hay pocas prioridades en la agenda con estos países. La relación con unos de sus aliados más estrechos en la zona, Colombia, se ha visto deteriorada por el retraso en la aprobación del tratado bilateral de libre comercio entre ambos países, que sigue estancado en el Congreso estadounidense. El anterior presidente brasileño, Luiz Inácio Lula de Silva, era contemplado con admiración e inquietud, y sus relaciones con Irán fueron fuentes de tensión con la Casa Blanca. Todavía es pronto para evaluar cómo cambiará la relación con Dilma Rouseff, pero al ser ella más pragmática, es posible que haya más puntos de encuentro en temas como presentar un frente común contra la apreciación de la moneda china.
Roberto Russell: Quienes así pensaron sin duda se equivocaron. En el caso de Barack Obama las expectativas de cambios en la política hacia la región se acrecentaron más que otras veces por tratarse del primer presidente afroamericano, por ser un intelectual, por su orientación centrista y pragmática y por la visión crítica, entonces dominante, sobre lo hecho en materia de relaciones internacionales por su antecesor, no solo hacia América Latina sino en general. Sin embargo, una vez más la expectativas se han frustrado.
El interesante y prometedor discurso de Obama en la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, resultó tener poco o nada de sustancia. Un patrón bien conocido volvió a darse: prioridades externas y condicionamientos internos –acentuados en este período por la carga de la crisis financiera doméstica- que alejaron a los vecinos del sur del radar del presidente y del Departamento de Estado. Además nada grave pasó en la región que le pudiera quitar el sueño a la Casa Blanca.
Aunque se ha producido un cambio de estilo, en lo fundamental, la posición de Estados Unidos ha conservado su tono paternalista y mostrado una escasa comprensión de los cambios que se han producido en gran parte de los Estados latinoamericanos y de su nueva inserción en el mundo. Pese a ello, me parece que algo puede estar cambiando en la percepción del Gobierno de Obama sobre el modo en que debe vincularse con estos países. Lo que digo no tiene nada que ver con el viejo cliché de la prioridad o no de la región para Washington, tampoco con renovadas expectativas de cambios necesarios.
Me parece que hay una visión muy clara de dos cosas. Primero, el reconocimiento de la relevancia creciente del vínculo con muchos países de la zona, ya que buena parte de América Latina y lo que ella tiene o en ella sucede, bueno y malo, influye cada vez en la vida cotidiana de millones de estadounidenses. Segundo, la sensación de que EE UU no puede seguir distraído frente a su vecino que muestra una mayor autonomía en el manejo de las relaciones exteriores y despierta un fuerte interés de otros actores extra hemisféricos. Además, esto ocurre en un contexto en el que la importancia relativa de la Administración Obama para algunos Estados de América del Sur será irremediablemente menor.
Yo creo que esta es la lectura que hace la Casa Blanca de las relaciones interamericanas y de su futuro, y lo que marca los hitos del próximo viaje. El capital político del presidente no está intacto pero sigue siendo significativo. Si Washington hace bien las cosas hallará oídos abiertos en la mayor parte de América Latina para conversar sobre formas de “cooperación más productiva”. Yo agregaría, desde el Sur, formas “menos asimétricas” de cooperación.
Foreign Policy: En su próximo viaje Obama ha elegido Brasil, Chile y El Salvador. ¿Qué lectura hacen de esta selección?
Sebastián Royo: La inclusión de Chile y Brasil parece clara por la importancia económica y política de estos países en la zona. EEUU quiere consolidar su relación con ambos y hacer que se conviertan en referentes para la región. El caso de El Salvador es interesante al haber, por vez primera desde la transición democrática, un Gobierno de izquierdas en el país. Esta decisión esta motivada por el deseo de apoyar a un Estado moderado en un lugar donde se esta produciendo un giro hacia la izquierda.
Al mismo tiempo, lo más destacado es la ausencia de Colombia (ya que el otro país no incluido en la agenda es México, y es porque el presidente mexicano acaba de estar en EEUU hace unos días) y la razón parece clara: sería humillante para el mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, recibir a Obama en Bogotá sin haber firmado el acuerdo de libre comercio. Además la Administración estadounidense acaba de reducir 350 millones de dólares (unos 250 millones de euros) la ayuda al país. Además, tras las estrechas relaciones con el dirigente anterior, Álvaro Uribe, hay un poco de fatiga de Bogotá hacia Washington (uno de los cables publicados por Wikileaks describía al palacio presidencial colombiano como "una rama de la embajada de EEUU"). Santos esta siendo mucho más independiente e incluso ha reconstruido su relación con Hugo Chávez.
Roberto Russell: La selección es una consecuencia natural de lo que ya he explicado. Simplificando las cosas diría que ha elegido Brasil por lo que es como país y por lo que promete como poder regional ascendente con proyección global; Chile por ser un modelo que Washington desea que sea imitado y El Salvador por ser visto como una pieza fundamental de las políticas que se presentarán para América Central, ligadas a la lucha contra la pobreza, el crimen organizado y el narcotráfico.
La relación con Brasil, como es bien sabido, no se ha dado ni se dará en un lecho de rosas. Hay un elemento objetivo que hace que las cosas sean de este modo: la pérdida de poder relativo de Estados Unidos en América de Sur y el ascenso progresivo de Brasil en esa subregión. Esta transición de poder de larga duración hace que el vínculo involucre a un tiempo aspectos conflictivos y cooperativos. La visita de Obama a Brasil, que acaba de cambiar de Gobierno, procura acentuar y renovar la cooperación bilateral en una amplia gama de temas, en especial, en materia de ciencia y tecnología, energía, comercio bilateral y defensa del medio ambiente. Es probable que también incluya el establecimiento de formas de consulta bilateral más amplias y permanentes orientadas a entender mejor la posición del otro, aumentar el conocimiento mutuo y evitar fallas de percepción. Un punto clave a considerar a la hora de pensar el futuro de esta relación es que Brasil seguirá diferenciándose de EE UU en numerosos asuntos, tanto regionales como globales, pero también se le acercara, dado que necesita el respaldo de Washington a sus aspiraciones de jugar un papel más activo en la política y economía internacionales. Brasil será el lugar elegido por Obama para referirse a los alineamientos de su política exterior hacia América Latina, pensando en un horizonte a largo plazo, del mismo estilo de los que pronunció en Berlín y El Cairo con el objeto de renovar los vínculos de Estados Unidos con Europa y las naciones árabes, respectivamente.
La parada en Chile tiene otro carácter, es el reconocimiento a una país que desde la óptica de la Casa Blanca es un ejemplo para la región en términos políticos, económicos y sociales. La otra cara de las experiencias populistas que se dan en algunos países. Por otra parte, la opción de El Salvador es fácil de entender. Se trata de un país amigo, que se ha mostrado como un aliado de Washington en temas importantes, que vive un proceso democrático interesante desde la firma de los Acuerdos de Paz de 1992 y que tiene una comunidad grande de nacionales viviendo en suelo estadounidense. Es el lugar cantado para lanzar una iniciativa de alcance centroamericano destinada a luchar contra la pobreza y, especialmente, contra el crimen organizado. Este será el foco de la visita.
Foreign Policy: Al tiempo que Estados Unidos parecía perder el interés por la región y la Unión Europea mantenía sus distancias, el papel de China ha ido creciendo sin freno. ¿Se va a transformar el Pacífico en el eje económico y político más importante de América Latina?
Sebastián Royo: Sin duda. En EEUU todavía no se está percibiendo la influencia y el nivel de penetración de China en la región y hasta ahora se está haciendo poco para contrarrestarla.
El gigante asiático se ha convertido en un aliado comercial clave para los países de América Latina y, en muchos casos, ya es el primer importador. La demanda de alimentos y materias primas por parte de China está teniendo un efecto importante en estos países que están sustituyendo la producción para aprovechar la gran demanda de Pekín. En lugares como Argentina, el desarrollo de soja se ha convertido en una de las principales exportaciones del país y esta sustituyendo a otros granos más tradicionales.
Esta es la primera crisis global en la que el precio de las materias primas no ha caído y la razón fundamental ha sido la demanda china. Esto ha beneficiado mucho a los países de la región que están creciendo a un ritmo espectacular.
Este poderío económico se está empezando a traducir en influencia política. Hay delegaciones chinas viajando por la zona casi todas las semanas. Pekín acaba de proponer a Colombia la construcción de un sistema ferroviario que costaría 7.600 millones de dólares para cruzar el país y competir con el canal de Panamá, y el presidente Santos esta negociando con un consorcio de inversores chinos y europeos la construcción de una ciudad, diseñada por el arquitecto Ricardo Bofill, para albergar a 250.000 habitantes al sur de Cartagena, que incluiría un parque industrial para producir bienes y exportarlos entre los Estados vecinos.
Los países de la región se encuentran en una posición estratégica de mucha mayor fortaleza en sus relaciones con EEUU al ser menos dependientes del vecino del norte y tener otras alternativas comerciales. El viaje de Obama hay que interpretarlo también desde esa clave.
Roberto Russell: En efecto, EE UU ha estado bastante alejado de la región y la visita tiene algo de recuperación de territorio y tiempo perdidos. Aunque, nada será como era antes. Hay actores extrarregionales que hoy tienen más peso y presencia en América Latina y, como dije, muchos países de la zona se muestran más autónomos y desarrollan vínculos de todo tipo con el resto del mundo. El juego ha cambiado y todos han de acomodarse a esta nueva situación, incluido, por supuesto, Washington. El Pacífico es cada vez más importante, especialmente en materia económica, pero no del mismo modo para toda la región. Lo será para la mayoría de los países de América del Sur, como para Argentina, Brasil, Chile y Perú. Sin embargo, la Casa Blanca seguirá siendo por mucho tiempo el eje económico y político de mayor significado para México, América Central y el Caribe.
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