martes, 25 de enero de 2011

Regidor se opone al viaje del Alcalde a la Serie del Caribe en Puerto Rico


Por Franklin Cordero
Ùltimo Minuto/Serie26

LA ROMANA, República Dominicana.- El Concejo de Regidores aprobó este martes reconocer a los campeones del torneo invernal de béisbol, los Toros del Este, así como un viaje en febrero a la Serie del Caribe, que se efectuará en Puerto Rico, del Alcalde Tony Adames, pero esto último fue rechazado por el peledeísta Wanchy Medina.

"El mismo no tiene nada que ver con asuntos oficiales del Ayuntamiento, sino que es un viaje de disfrute del Alcalde y debe ser cubierto por sus propios recursos", alegó el regidor Medina en su cuenta de Facebook.

La sesión se efectuó la mañana de este martes con la ausencia de dos regidores, Zacarías Caraballo (Chayn) y Severiano Castillo, ambos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD.

Respecto al reconocimiento, el mismo se llevará a cabo en la explanada frontal del Estadio Francisco A. Micheli, donde este miércoles los ejecutivos de los Toros del Este ofrecerán una fiesta a La Romana con motivo del triunfo del conjunto local contra las Estrellas Orientales, con pizarra de 4 carreras por 2.

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Nota de Wanchy Medina

El ayuntamiento tiene una partida de más de un millón de pesos para este año invertirlo en viaje de los regidores y del alcalde… Viajes oficiales que beneficien al municipio… Este viaje es de placer del señor alcalde, NO ES UN VIAJE OFICIAL del ayuntamiento, al no ser un viaje institucional no es ético que de los recursos del ayuntamiento se pague ese viaje al alcalde…
Del 16 Agosto a Diciembre (2010) yo le aprobé dos viajes alcalde a Puerto Rico (El tiene un hermano y familiares que viven allá) porque dijo que esos viajes que hizo eran para intercambiar ideas en Caguas y se lo aprobé… Pero este viaje es no es oficial…
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El ayuntamiento le va pagar los hoteles, le pagará una dieta (2,500 dólares) y le pagara el pasaje a un viaje solo para ver 6 juegos de nuestro equipo de la Romana... yo soy un abanderado de la internacionalización… Propuse hace dos meses en el ayuntamiento la búsqueda de la internacionalización pero este viaje, insisto no es oficial, sino placentero y por eso di mi voto en desfavor.
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lunes, 24 de enero de 2011

Leonel entrega Bandera Nacional a Toros del Este



SANTO DOMINGO.-El presidente Leonel Fernández Reyna entregó esta noche en el Palacio Nacional la bandera dominicana a los Toros del Este, campeones del torneo de béisbol otoño-invernal.

La escuadra taurina representará al país en la Serie del Caribe, a celebrarse en Mayagüez, Puerto Rico, del 2 al 8 de febrero.

Durante una breve ceremonia realizada en el Salón de Embajadores de la casa de Gobierno, Fernández dijo que con el triunfo en la pelota invernal los Toros se consolidan como un equipo profesional triunfador, de un gran futuro y gran porvenir, porque cuando se gana un campeonato se consolida la fanaticada, que se torna más entusiasta para "el año próximo volver al combate.

El mandatario entregó la enseña tricolor al presidente de los Toros, Frank Michelli, quien estuvo acompañado del manager del equipo Dean Treanot, del gerente general, Jean Giraldi, y del canciller Carlos Morales Troncoso.

El ministro de Deportes Felipe Jay Payano pronunció las palabras de bienvenida. Micheli entregó una camiseta con el número 100 a Fernández.

El mandatario dijo que con el triunfo en la pelota invernal los Toros se consolidan como un equipo profesional triunfador.

Previo al acto, a través de un comunicado difundido por la dirección de prensa de la Presidencia, Fernández felicitó a los Toros del Este, al coronarse la noche del pasado domingo.
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Tomado de Diario Libre.
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viernes, 14 de enero de 2011

Plácido Domingo recibe Doctor Honoris Causa por la Universidad Alfonso X El Sabio





Madrid. (EUROPA PRESS). - El Consejo de Ministros ha concedido este viernes la Orden de las Artes y las Letras de España al tenor Plácido Domingo en reconocimiento a su "extraordinaria carrera artística como cantante y director de orquesta así como su defensa de la música española".

Según destaca el Consejo, la trayectoria de Plácido Domingo le ha llevado a convertirse en "uno de los grandes embajadores del español y su cultura en todo el mundo", trazando, de esta forma, una carrera "sin parangón en la historia moderna de la música" durante 50 años.

El tenor Plácido demostró unas condiciones artísticas "extraordinarias" desde muy joven y tras su debut como a los 18 años, el artista ha interpretado 130 papeles y ha grabado alrededor de cien óperas completas, además de diversas antologías y recitales. Asimismo, desde los años 70, ha desarrollado una importante carrera como director de orquesta.

Esta dualidad de cantante y director se completa con su faceta de director general de las óperas de Washington y de Los Ángeles, en donde ha sabido conjugar tradición y modernidad.

Además, el tenor madrileño ha sido investido este viernes Doctor Honoris Causa por la Universidad Alfonso X El Sabio (Villanueva de la Cañada) y, tras la ceremonia, ha resaltado la importancia de que "algún día se pueda hacer la carrera de música en la universidad".
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domingo, 9 de enero de 2011

Palestinos que ayudaron a crear Israel


Por Daniel Pipes
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Los palestinos han rechazado tan efusivamente y durante tanto tiempo (casi un siglo) el sionismo que el muftí Amin al-Husseini, Yasir Arafat o Hamás pueden parecer disfrutar del apoyo palestino unánime.

Pero no: los estudios estadísticos concluyen que una minoría sustancial de palestinos, en torno al 20%, está dispuesta a vivir junto a un estado judío soberano. Aunque esta minoría nunca ha llevado las riendas y su voz ha sido siempre enterrada bajo el escándalo del rechazo, Hillel Cohen, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha desentrañado su papel asombrosamente crucial en la historia.

Él explora este tema durante el período pre-estado en Ejército de sombras, la colaboración de los palestinos con el sionismo, 1917-1948 (traducido por Haim Watzman, University of California Press); a continuación el mismo autor, traductor y editorial preparan una secuela, Árabes buenos: las agencias israelíes seguridad y los árabes israelíes, 1948-1967, a publicarse en 2010.

En Ejército de sombras, Cohen ilustra los muchos papeles desempeñados por el Yishuv, la comunidad judía pre-estado en Tierra Santa, para dar acomodo a los palestinos. Proporcionaron el empleo, tomaron parte en el comercio, vendieron tierras, vendieron armas, entregaron activos de estado, proporcionaron información de Inteligencia sobre las fuerzas enemigas, propagaron rumores y la disidencia, convencieron de rendirse a otros palestinos, combatieron a los enemigos del Yishuv, y hasta se movieron detrás de las líneas enemigas. Tan considerable fue su asistencia acumulada, que cabe dudar de que el Estado de Israel se hubiera convertido en una realidad sin su contribución.

El rechazo tajante del muftí al sionismo estaba pensado para consolidar a la población palestina pero tuvo el efecto contrario. El egoísmo, el fundamentalismo y la brutalidad de los círculos de Husseini socavaron la solidaridad: utilizando un lenguaje viperino y tácticas criminales, declarando la jihad a cualquiera que desobedeciera al muftí, y declarando "traidora" a la mitad de la población palestina, empujó a muchos independientes y a comunidades enteras (sobre todo a los drusos) al bando sionista.

En consecuencia, escribe Cohen, "Conforme pasaba el tiempo, una cifra de árabes cada vez mayor estaban dispuestos a dar la espalda [al rechazo a la existencia de Israel] y ofrecer ayuda directa a los británicos o a los sionistas." Considera la colaboración con el sionismo "no sólo frecuente, sino un rasgo central de la sociedad y la política de los palestinos." Nadie antes de Cohen había entendido de esta forma la historia.

Él disecciona un amplio abanico de motivaciones por parte de los aliados palestinos del Yishuv: prosperidad económica, intereses tribales o de clase, ambiciones nacionalistas, temor u odio a la formación de Husseini, la ética personal, buenas relaciones con los vecinos o amistades individuales. Contra los que llamarían a estos individuos "colaboradores" o incluso "traidores," argumenta que ellos entendieron realmente la situación de manera más inteligente que Husseini y los reacios a la existencia de Israel: los acomodacionistas se dieron cuenta anticipadamente de que el proyecto sionista era demasiado fuerte para resistirse y que intentar hacerlo conduciría a la destrucción y al exilio, de manera que se reconciliaron con él.

Hacia 1941 la maquinaria de la Inteligencia había desarrollado sofisticados métodos que pretendían utilizar todo contacto con los palestinos para obtener información. Ejército de sombras destaca el avanzado desarrollo social del Yishuv; lo que Cohen llama "profunda infiltración de Inteligencia de la sociedad árabe palestina" era un proceso unidireccional -- los palestinos carecían de los medios para la reciprocidad y la penetración en la vida judía.

Junto al desarrollo de una fuerza militar (la Haganah), una infraestructura económica moderna, y una clase política democrática, esta infiltración de la vida palestina destaca como uno de los logros de importancia del sionismo. Significó que mientras los sionistas podían cerrar filas y pasar a la ofensiva, "la sociedad de los palestinos estaba ocupada en luchas internas y era incapaz de movilizarse y cerrar filas en torno a un líder."

Cohen es modesto con las implicaciones de su investigación, argumentando específicamente que la ayuda de los palestinos no fue "la principal causa" de la derrota árabe de 1948-49. Siendo justos, las pruebas que presenta revelan el papel crucial de esta asistencia al éxito de la empresa sionista en el periodo de su primer volumen. Llamativamente, mientras esa asistencia sigue siendo importante para las Fuerzas de Defensa de Israel (¿cómo si no puede frustrar tantas tentativas terroristas cisjordanas el ejército israelí?) el Estado de Israel despliega muchos más recursos que el Yishuv, haciendo la ayuda de los palestinos mucho menos importante hoy.

Cohen también confirma el hecho importante de que no todos los palestinos son enemigos de Israel -- algo que vengo documentando en tiempos más recientes. Esto ofrece un motivo de esperanza; en la práctica, si el 20% de los palestinos que aceptan a Israel se ampliara al 60%, el conflicto árabe-israelí se cerraría espontáneamente. Un cambio de rumbo palestino sincero así -- y no más "concesiones dolorosas" por parte de Israel -- debería ser el objetivo de todo presunto pacificador.

sábado, 8 de enero de 2011

Resolver el estancamiento entre palestinos e israelíes


Por Noam Chomky
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Mientras sigue dedicado intensivamente a la expansión de los asentamientos ilegales, el gobierno de Israel también está tratando de resolver dos problemas: una campaña de lo que percibe como deslegitimación –esto es, objeciones a sus crímenes y retirarse de participar en ellos– y una campaña paralela de legitimación de Palestina.

La deslegitimación, que está progresando rápidamente, fue llevada un paso más adelante en diciembre por un llamado de Human Rights Watch a Estados Unidos para suspender el financiamiento a Israel en una cantidad equivalente a los costos de lo que invirtió para apoyar los asentamientos y para monitorear las contribuciones a Israel de organizaciones de contribuyentes estadunidenses que violan las leyes internacionales, incluyendo las prohibiciones contra la discriminación –lo que abarcaría una amplia gama de actos. Amnistía Internacional ya había exhortado a la imposición de un embargo de armas contra Israel.

El proceso de legitimización también dio un largo paso hacia adelante en diciembre cuando Argentina, Bolivia y Brasil reconocieron al Estado de Palestina en Gaza y Cisjordania, con lo que el número de naciones que lo apoyan asciende a más de un centenar.

El abogado internacional John Whitbeck calcula entre 80 y 90% la población mundial que vive en Estados que reconocen a Palestina, en tanto entre 10 y 20% reconoce a la República de Kosovo. Estados Unidos reconoce a Kosovo, pero no a Palestina.

En consecuencia, como escribe Whitbeck en Counterpunch, los medios de comunicación actúan como si la independencia de Kosovo fuera un hecho en tanto que la independencia de Palestina es una aspiración que nunca podrá realizarse sin el consentimiento de israelíes y palestinos, reflejando el funcionamiento normal del poder en la arena internacional.

Dada la escala de los asentamientos de Israel en Cisjordania (Ribera Occidental), durante más de una década se ha argumentado que el consenso internacional en un acuerdo de dos Estados está muerto, o equivocado (aunque evidentemente la mayor parte del mundo no está de acuerdo). En consecuencia, los interesados en los derechos de los palestinos deben pedir una retirada israelí de la totalidad de Cisjordania, seguida por una lucha anti apartheid al estilo sudafricano que llevaría a una ciudadanía plena de la población árabe allí.

El argumento da por hecho que Israel accedería a esta toma. Es mucho más posible que Israel, en lugar de eso, continue con los programas que llevan a la anexión de las partes de Cisjordania que está desarrollando, aproximadamente la mitad del área, y no acepte responsabilidad por el resto, defendiéndose así del problema demográfico –demasiados no judíos en un Estado judío– aislando, mientras tanto, a la sitiada Gaza del resto de Palestina.

Una analogía entre Israel y Sudáfrica merece atención. Una vez que se implantó el apartheid, los nacionalistas sudafricanos reconocieron que se estaban convirtiendo en parias internacionales. En 1958, sin embargo, el ministro de Relaciones Exteriores informó al embajador de Estados Unidos de que la condena de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras resoluciones les preocupaban muy poco en tanto Sudáfrica estuviera apoyada por la potencia mundial dominante: Estados Unidos.

En los años 70, las Naciones Unidas declararon un embargo de armas, prontamente seguido por campañas de boicot y desinversiones. Sudáfrica reaccionó de forma calculada para encolerizar a la opinión internacional. En un gesto de desprecio por la ONU y el presidente Jimmy Carter –quien se abstuvo de reaccionar para no alterar unas negociaciones inútiles–, Sudáfrica lanzó una redada asesina contra el campamento de refugiados Cassinga en Angola, justo cuando el grupo de contacto, encabezado por Carter, estaba a punto de presentar un acuerdo para Namibia.

La similitud con el comportamiento actual de Israel es sorprendente, por ejemplo el ataque contra Gaza en enero de 2009 y contra la flotilla de la libertad en mayo de 2010.

Cuando Ronald Reagan tomó posesión en 1981 dio apoyo pleno a los crímenes internos de Sudáfrica y a su asesina depredación en países vecinos.

Las políticas estaban justificadas en el contexto de la guerra contra el terrorismo que Reagan había declarado al llegar a la presidencia.

En 1988, el Congreso Nacional de Nelson Mandela fue designado uno de los grupos terroristas más notorios (el propio Mandela sólo fue removido de la lista de terroristas de Washington en 2008). Sudáfrica estaba desafiante, e incluso triunfante, con sus enemigos internos aplastados y disfrutando de apoyo sólido del único Estado que importaba en el sistema global.

Poco después la política estadunidense cambió. Muy probablemente los intereses empresariales de Estados Unidos y Sudáfrica se dieron cuenta de que estarían mejor si se ponía fin a la carga del apartheid. Y el apartheid no tardó en desplomarse.

Sudáfrica no es el único caso reciente donde la desaparición del apoyo de Estados Unidos a los crímenes ha generado un progreso significativo.

¿Puede ocurrir tal transformación en Israel abriendo el camino hacia un arreglo diplomático? Entre las barreras arraigadas están los vínculos militares y de inteligencia sumamente estrechos entre Estados Unidos e Israel.

El abierto apoyo para los crímenes de Israel proviene del mundo de los negocios. La industria estadunidense de la alta tecnología está estrechamente integrada con su contraparte israelí. Por citar sólo un ejemplo: el mayor fabricante mundial de chips, Intel, está estableciendo su unidad de producción en Israel.

Un cable estadunidense revelado por Wikileaks señala que las industrias militares Rafael en Haifa es uno de los sitios considerados vitales para los intereses de Estados Unidos debido a su producción de bombas cluster (racimo); Rafael ya había desplazado algunas operaciones a Estados Unidos para tener mejor acceso a la ayuda y mercado estadunidenses.

Hay también un poderoso grupo de cabildeo israelí, aunque, por supuesto, de ninguna forma igual al cabildeo militar y al de negocios.

También intervienen factores culturales. El sionismo cristiano precede con mucho al sionismo judío, y no está restringido a una tercera parte de la población de Estados Unidos que cree en la verdad literal de la Biblia. Cuando el general británico Edmund Allenby conquistó Jerusalén en 1917, la prensa nacional declaró que era Ricardo Corazón de León, que finalmente había rescatado la Tierra Santa de manos de los infieles.

Lo siguiente es que los judíos deben regresar a la tierra que les fue prometida por el Señor. Dando voz a un punto de vista común de la elite, Harold Ickes, secretario del Interior de Franklin Roosevelt, describió la colonización de Palestina como un logro sin comparación en la historia de la raza humana.

También hay una simpatía instintiva por la sociedad colonizadora que se ve como una reproducción de la historia del propio Estados Unidos, llevando civilización a la tierras que nativos no merecedores de ellas habían usado mal, doctrinas, éstas, profundamente arraigadas en siglos de colonialismo.

Para desbaratar este conflicto será necesario desmantelar la ilusión reinante de que Estados Unidos es un honesto intermediador que trata desesperadamente de reconciliar a adversarios recalcitrantes, y reconocer que las negociaciones serias serían entre Estados Unidos e Israel y el resto del mundo.

Si los centros de poder de Estados Unidos pueden ser obligados por la opinión popular a abandonar décadas de rechazo, muchas perspectivas que parecen remotas súbitamente podrían tornarse posibles.

Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Boston. Su último libro, con la coautoría de Ilan Pappe, es Gaza en crisis.
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miércoles, 5 de enero de 2011

LOS SUEÑOS ATÓMICOS DE IRÁN






Hace más de tres décadas, antes de que hubiera una República Islámica, Occidente intentó desesperadamente impedir que el gobernante de Irán pusiera sus manos sobre la bomba. Nuevas revelaciones muestran la gravedad que tuvo la crisis y por qué la iniciativa de desnuclearización de Estados Unidos no está funcionando.

De los muchos errores y confusiones surgidos de las negociaciones con Teherán sobre cuestiones nucleares, uno de los más persistentes ha sido la afirmación de que, al cuestionar los objetivos finales del programa nuclear de la República Islámica, Occidente está tratando de imponer un hipócrita doble rasero. Según esta línea de retórica, Mohamed Reza Pahlevi, el último sha de Irán, fue un aliado de Occidente -o, en el lenguaje del régimen, un “lacayo”- y por tanto Estados Unidos y Europa estaban dispuestos, e incluso ansiosos, por ayudarle a obtener, no uno, sino muchos, reactores. Pero desde la creación de la República Islámica en 1979, según alegan estos críticos, el país persa está siendo discriminado y perseguido. En 2006, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, declaró al sumario alemán Der Spiegel: “Es interesante señalar que las naciones europeas querían permitir a la dictadura del sha el uso de tecnología nuclear […]. Esas naciones estaban dispuestas a proporcionarle tecnología nuclear. Desde que comenzara a existir la República Islámica, sin embargo, estas potencias se han opuesto a ello”.

Incluso algunos intelectuales progresistas de Occidente se han dejado convencer por esta historia, ya sea apoyando el programa del régimen o al menos criticando la postura estadounidense, calificándola de hipócrita dada su pasada indulgencia hacia el sha. El propio gobierno de EE UU, en lo que debe ser considerado como un inexplicable fallo de diplomacia pública, no ha cuestionado nunca esta argumentación -aunque tiene acceso a cientos de páginas de documentos que desmienten las alegaciones del régimen de los ayatolás.

De hecho, Washington estuvo implicado en una pelea diplomática -prolongada, y que se desarrolló frecuentemente entre bambalinas- con el sha sobre el propósito de su programa nuclear. Documentos recientemente desclasificados de las bibliotecas presidenciales de Carter y Ford, los Departamentos de Defensa, Energía y Estado, y el Consejo de Seguridad Nacional de EE UU muestran que cada uno de los elementos del actual punto muerto entre el gobierno de Estados Unidos y la República Islámica estuvieron también presentes en las negociaciones con Reza Pahlevi. Y estos van desde la insistencia de Irán en su derecho dentro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) a un “ciclo completo de combustible”, a sus quejas de que EE UU le estaba discriminando al pedir garantías que no se exigían a ningún otro país, y finalmente, a la oferta estadounidense para hacer formar parte al país persa de un consorcio internacional para enriquecer uranio fuera del país, la llamada “solución rusa”. El sha insistió repetidamente en que al menos no quería una bomba nuclear, aunque se mantuvo inflexible en su exigencia de que Irán no fuera tratado como un ciudadano de segunda clase. Estas negociaciones, cuyos detalles no han sido publicados hasta ahora, no sólo exponen las mentiras del régimen sobre el supuesto doble rasero de EE UU, sino que también ofrecen una guía útil para los negociadores occidentales a la hora de navegar las aguas del nacionalismo iraní, tanto real como fingido.

El programa nuclear de Irán comenzó en 1959 con un pequeño reactor que EE UU ofreció a la Universidad de Teherán como parte del programa “Átomos para la Paz” , anunciado por el presidente Dwight D. Eisenhower en diciembre de 1953. Pero eso sólo estimuló el apetito del monarca iraní: con sus cada vez mayores ingresos provenientes del petróleo, y con su nueva visión del país como la fuerza hegemónica en la región, un programa atómico se convirtió para el sha Pahlevi en el símbolo de progreso y poder. En 1973 convocó al físico nuclear Akbar Etemad a la corte real, le contó su deseo y le pidió que desarrollara un plan maestro.

Dos semanas más tarde, el sha se reunió de nuevo con Etemad. Leyó rápidamente el borrador de 13 páginas que éste había preparado, se volvió al primer ministro y le ordenó financiar lo que acabó siendo uno de los proyectos más caros emprendidos por su régimen. No hubo un debate previo en el Majlis, institución en la que recae el poder constitucional en lo que se refiere a fondos, ni en ningún otro organismo o consejo gubernamental. Como todas las decisiones políticas importantes en esos días, se trató de una acción individual. Y así fue como se lanzó el programa nuclear iraní.

Estos planes exigían una “industria de la energía nuclear completamente desarrollada”, con capacidad para producir 23.000 megavatios de electricidad. Para 1977, la Organización de la Energía Atómica de Irán (OEAI) tenía más de 1.500 trabajadores (a quienes, siguiendo las órdenes del monarca, se les permitió convertirse en los empleados mejor pagados del Gobierno). Pahlevi había organizado la formación de expertos nucleares iraníes por todo el mundo (incluyendo una donación de 20 millones de dólares, unos 15 millones de euros, al Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT), se había embarcado en una búsqueda intensiva de minas de uranio en Irán y en todo el planeta, y había lanzado diversos centros de investigación nuclear por todo el país. La OEAI era en esos días uno de los programas con mejor financiación. En 1976, su presupuesto era de 1.300 millones de dólares, lo que la convertía, tras la empresa petrolífera nacional, en la mayor institución pública en términos económicos del país.

Mientras que Alemania y Francia mostraron unas ansias inmediatas de vender a Teherán sus deseados reactores, Estados Unidos se mostró inicialmente reticente a hacerlo “sin condiciones que limiten la libertad de acción [del sha]”, según el texto de un memorando gubernamental estadounidense. La compañía alemana Kraftwerk firmó el primer acuerdo para construir el ahora famoso reactor de Bushehr con una fecha inicial de finalización de 1981 y un coste estimado de 3.000 millones de dólares. Dado que Bushehr estaba situado en una zona peligrosa que era propensa a una fuerte y frecuente actividad sísmica, se reservaron fondos extra para proteger el lugar contra los peligros de un terremoto. Se dijo en ese momento que el Ejecutivo alemán estaba tan impaciente por lograr establecerse en el mercado iraní que garantizó la inversión de esta empresa contra cualquier pérdida. Las compañías estadounidenses, por otro lado, fueron excluidas de estos contratos hasta que se resolvieran las inquietudes de Washington sobre las intenciones del entonces líder iraní.

“En una situación de inestabilidad, los disidentes en el interior del país o terroristas extranjeros podrían fácilmente apoderarse de materiales nucleares"

El sha se mantuvo firme respecto a que Irán debería disfrutar de “plenos derechos”, como manifestó en ese momento, dentro del TNP -un acuerdo que Teherán había firmado inmediatamente tras su formulación y que exige a los Estados no nucleares renunciar a la búsqueda de una bomba atómica a cambio de un fácil acceso a los usos pacífico de la energía nuclear. Pero este país insistió no sólo en el derecho a tener el ciclo completo del combustible, sino que también estaba interesado en procesar plutonio -un modo más rápido de conseguir la bomba que el uranio enriquecido.

En declaraciones que recuerdan a los provocadores alardes que hace hoy Ahmadineyad, en febrero de 1974, tras producirse un acuerdo francoiraní para cooperar en el enriquecimiento de uranio, el sha declaró al periódico Le Monde que un día, “antes de lo que se cree”, Irán estaría “en posesión de una bomba nuclear”. El sorprendente comentario se realizó en cierta manera en respuesta a la prueba de un arma nuclear por parte de India en 1974.

Percatándose de las repercusiones de su comentario, el sha ordenó a la embajada iraní en París que emitiera un comunicado declarando que las historias sobre su plan de desarrollar una bomba eran “totalmente inventadas y no tenían absolutamente ninguna base”. La embajada estadounidense en Teherán, transmitiendo el mensaje del sha, tranquilizó al Departamento de Estado de EE UU diciendo que el monarca “sin duda no estaba todavía” pensando en abandonar el TNP o en unirse al club nuclear.

Pero incluso mientras intentaba tranquilizar a Washington respecto a sus intenciones, Reza Pahlevi sí indicó que, si sucediera que algún Estado de la región desarrollara la bomba nuclear, “el interés nacional de cualquier país le exigiría hacer lo mismo”, según el texto de las conversaciones con el embajador estadounidense. Assadolá Alam, el ministro de la corte del sha, afirmó más de una vez en los diarios que escribió desde comienzos de los 70 hasta su muerte que, en su opinión, el líder iraní “quería la bomba”, pero le pareció oportuno negar tajantemente cualquier intención de ese tipo en aquel momento.

Según memorandos de los Departamentos de Defensa y Energía de esa época, EE UU estaba especialmente preocupado de que la “producción anual de plutonio de los previstos 23.000 megavatios del programa de energía nuclear iraní será equivalente a 600-700 misiles”. Sin embargo, en junio de 1974, Washington se mostraba finalmente dispuesto a vender reactores nucleares a Irán pero sólo después de, como reflejaba otro memorando de EE UU, “incorporar controles bilaterales especiales además de las habituales” salvaguardas internacionales. Éstas eran necesarias, en la mente de los funcionarios estadounidenses, no sólo por la preocupación respecto a las intenciones del sha sino porque “en una situación de inestabilidad, los disidentes en el interior del país o terroristas extranjeros podrían fácilmente apoderarse de materiales nucleares especiales almacenados en Irán para su uso en una bomba”.

Aunque Reza Pahlevi estaba dispuesto a considerar algunas de estas salvaguardas, mantuvo su insistencia en que Irán no fuera tratado de forma diferente a cualquier otro país. Para entonces Teherán ya había firmado cartas de intención con empresas alemanas y francesas para cuatro centrales nucleares, y había comunicado su plan para conseguir ocho más de Estados Unidos. El Departamento de Estado no sólo favoreció la venta de estos reactores, sino que incluso animó a la Bechtel Corporation a que convenciera al sha para invertir hasta 300 millones de dólares en unas instalaciones de enriquecimiento de uranio de propiedad conjunta en EE UU. Estas propuestas estaban todas basadas en la buena disposición del líder iraní a aceptar controles más rigurosos sobre el procesamiento de plutonio -algo que preocupaba especialmente a Washington. Aunque ansioso por ofrecer estas garantías, el líder iraní rechazó de plano la idea de proporcionar a los estadounidenses un veto sobre el reprocesamiento de combustible suministrado por EE UU.

A medida que las negociaciones sobre estos temas se dilataban, pareciendo entrar en un punto muerto, y Reza Pahlevi se mantenía firme en su rechazo a cualquier derecho de veto estadounidense, el Departamento de Defensa recomendó que Estados Unidos reconsiderara su postura radical y aceptara las exigencias del sha. Los funcionarios del Pentágono escribieron sobre su inquietud de que el descontento del líder iraní con este tema comportara la amenaza de “envenenar otros aspectos de las relaciones entre Estados Unidos e Irán”.

El hecho de que Francia y Alemania quisieran vender al sha lo que EE UU le estaba negando, y de que éste hubiera mostrado claros gestos de una posible cooperación con India en el programa nuclear, presentaban razones para una reconsideración urgente de la posición por parte de Estados Unidos. El presidente Gerald Ford, y más tarde su sucesor Jimmy Carter, accedieron a complacer a Reza Pahlevi, pero todavía sólo en la medida en que se respetaran las consideraciones estadounidenses sobre la proliferación. Bajo la Administración Carter, finalmente, el sha estuvo dispuesto a hacer el tipo de concesiones que demostraban que no estaba persiguiendo la bomba -como renunciar a los planes para las plantas de procesamiento de plutonio- y el presidente permitió a las compañías estadounidenses vender reactores a Irán en 1978.

Pero llegados a este punto ya habían aparecido en el horizonte de Teherán los primeros indicios de problemas políticos internos. Sólo meses después de este acuerdo crucial, el sha estaba ya demasiado preocupado con la crisis doméstica que estaba produciéndose para prestar mucha atención a las negociaciones nucleares. Sus vacilaciones -resultado tanto de su indeciso carácter como de la medicación que estaba tomando para combatir la aparición de un cáncer- unidas al fracaso de la Administración Carter para desarrollar una política convincente respecto a Irán, contribuyeron a posibilitar el ascenso de los clérigos revolucionarios y el establecimiento de la República Islámica.

Apenas llegó al poder, el ayatolá Ruholá Jomeini ordenó que se detuviera toda actividad del programa nuclear de Irán, criticando al sha por haberlo siquiera puesto en marcha. En unos pocos años, el líder supremo cambió de idea, pero para entonces se albergaba mucha más desconfianza hacia las intenciones de Teherán. La verdadera ruptura llegó cuando Occidente se enteró en 2002 de que los iraníes habían construido en Natanz unas instalaciones de enriquecimiento con la capacidad de albergar una cascada de 50.000 centrífugas y de que el radical Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica estaba cada vez más al cargo del programa atómico del país (así como de su economía y su política).

Lamentablemente, la respuesta estadounidense desde entonces ha posibilitado el tipo de acusaciones histéricas presentadas en su contra por su supuesta hipocresía nuclear. En lugar de dejar claro al pueblo iraní que un gobierno democrático y respetuoso con la ley podría haber logrado con facilidad, y a mucho menor coste, los derechos de enriquecimiento garantizados bajo el TNP, EE UU ha ofrecido unos ultimátum poco realistas y cambiado de rumbo una y otra vez, permitiendo que el régimen de los ayatolás ofrezca una imagen falsa de la postura estadounidense y que haya creado su propia realidad nuclear.
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